sábado, 8 de marzo de 2014

Parece que así yace el estado de las cosas: el río es enorme, se funde en el horizonte. La violenta correntada fue cruel y arrasó con la poca vida que habitaba aquellas aguas turbias. Ya no hay nadie y nado contra la corriente, luchando por no dejarme ir hasta caer en el vacío abisal. Nos encontramos de improvisto mordiendo en anzuelo. La única salvaguardia posible. Quizás nos atrajo la promesa de que, entre tanta misera, estaba en cada uno lo que buscábamos. En esa reciprocidad azarosa y, por eso, insostenible fue que tropezamos. Pero la carnada es agría en la boca. Corroe las vísceras y deshace la sustancia. Te soltás con audacia y bajo la inconsciencia de la otra presencia. Ella queda enganchada y se vuelve presa. Nos ataron los destinos con una plomada ligera que fácilmente se desprendió de la tanza y desapareció allá, a lo lejos. Entre tantas cosas que nunca más se recuperan.-

viernes, 29 de noviembre de 2013

Uno, dos, tres, cuatro, 
cinco, seis, siete, ocho,
nueve...¡diez!
¡El que no se escondió se embroma!

El niño cuenta. Uno, dos, tres, cuatro. Diez. Se pasea entre los arbustos, se asoma sigilosamente por cada rincón del patio e incluso trepa un tapial. Pero nadie. Ni un suspiro. Nadie exhala una sola bocanada de aire. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, siete, diez, quince, veinte. Lo que sea. Quien cuenta en las escondidas da el ultimátum. Advierte sobre los peligros de descubrirte. Uno, uno y medio, dos, dos y medio. Escondida espero contando al acecho de convertirme en una presa de éste juego infantil. Tres, tres y medio, cuatro, cuatro y un cuarto. Estoy frente a vos. Pero mi presencia es tan espectral (o al menos para vos) que no me ves. Cuatro y dos cuartos. Espero. Cuatro y tres cuartos. Nada. Prolongo oportunidades. Cuatro y tres cuartos de nuevo. Cuatro y cuatro cuartos y sino me descubre me delato yo. Cuatro y cuatro cuartos. No me atrevo. Cinco y una centésima. Un microsegundo en el que cuento esperando que me descubras. Un cuarto más y tanteas mi escondite. Un error. No lo percibís. En cambio a mí, el corazón se me dispara por el pecho. Casi me encontraste. Me asomo un poco más, retorciendo las reglas de las escondidas para que me encuentres. Él advierte. Yo me escondo otra vez. Cincuenta, cincuenta y medio. Él busca pero no sabe dónde. No conoce el alma que se le escurre entre los dedos. Trescientos, cuatrocientos, mil. Suficiente. Me levanto del escondite, corro a toda velocidad, lo supero. Toco el tronco del árbol y le grito: A salvo. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Mosquera y otras zonseras.


Exhibiste un poco más de lo que debías y tu sentido del pudor quedó tirado junto con las ropas que arrojaste al piso. Cómo te gusta sacarte fotos a prenda suelta; para colmo te hacés  la linda y sos "más fiera" (sic). Sos lo que el común denominador llamaría una PUTA.