sábado, 8 de marzo de 2014

Parece que así yace el estado de las cosas: el río es enorme, se funde en el horizonte. La violenta correntada fue cruel y arrasó con la poca vida que habitaba aquellas aguas turbias. Ya no hay nadie y nado contra la corriente, luchando por no dejarme ir hasta caer en el vacío abisal. Nos encontramos de improvisto mordiendo en anzuelo. La única salvaguardia posible. Quizás nos atrajo la promesa de que, entre tanta misera, estaba en cada uno lo que buscábamos. En esa reciprocidad azarosa y, por eso, insostenible fue que tropezamos. Pero la carnada es agría en la boca. Corroe las vísceras y deshace la sustancia. Te soltás con audacia y bajo la inconsciencia de la otra presencia. Ella queda enganchada y se vuelve presa. Nos ataron los destinos con una plomada ligera que fácilmente se desprendió de la tanza y desapareció allá, a lo lejos. Entre tantas cosas que nunca más se recuperan.-

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