viernes, 5 de noviembre de 2010

Esta poesía, nuestra blasfemia, conoce el sonido de la infamia. 
Al susurrarte la conjuración, una creencia toma forma:
 Es una asfixiante mano explotando las venas en tu cuello.

Decime por qué el amor subyace en la luz de tus deseos
Pronunciá mi nombre y aliviame el dolor. 
Limpiá el humo en mi cabeza.

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