Esta poesía, nuestra blasfemia, conoce el sonido de la infamia.
Al susurrarte la conjuración, una creencia toma forma:
Es una asfixiante mano explotando las venas en tu cuello.
Decime por qué el amor subyace en la luz de tus deseos.
Pronunciá mi nombre y aliviame el dolor.
Limpiá el humo en mi cabeza.
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