lunes, 20 de junio de 2011

Periodismo made in Argentina

El eterno resplandor de un periodismo sin recuerdos

¿Qué se entienda por periodismo? ¿qué sería un periodista? Para algunos manuales, el periodista era descrito como un tenaz detective que descubre las cosas que los poderes públicos le ocultan al pueblo. Además de investigar, cumple el rol de comunicar cierta información a los ciudadanos. En resumidas cuentas, el periodista tiene tantas funciones que su labor más bien se asemejaría a un múltiple ser (in)humano: investigador, comunicador, juez de lo moral y lo legal y dueño absoluto de la verdad (que ellos mismos se encargan de construir).
Este mes que ha conmemorado la labor del periodista se encargó muy bien de recordar los pocos ejemplos que surgen como únicos de la profesión. Rodolfo Walsh y... Rodolfo Walsh. Porque en realidad quienes sobran en abundancia son  los majulitos, barones, neustaldts o chiches.
Sin embargo la cuestión que en sí ha llamado la atención en el mes que recuerda la fundación La Gaceta de Moreno no son las reflexiones sobre ídolos caídos, sino la violenta polarización que impera en cada medio de comunicación a nivel nacional




Ahora son todos gorilas o patriotas. Golpistas o pueblo. O son de una derecha retrógrada y liberal o de la izquierda progresista. “Corpo” sin-vergüenza o ético “periodismo militante”.
Por ello la metáfora de un cuadrilátero de boxeo, y que muchos periodistas niegan, se hace más presente que nunca. El periodismo “militante” se enfrenta con los, ahora, llamados “corporativistas” en una descarnada pelea. A pesar de las tenues diferencias, el ganador se lleva el premio más jugoso: la agenda mediática.
¿Y si Rodolfo Walsh estuviera vivo? Se lamentaría sobre el periodismo actual y los premios que la facultad de La Plata entrega en su nombre. Ni el premio a Morales Solá, ni el premio a Chávez, ni a Hebe de Bonafini son por ser un modelo de Rodolfo. Porque él fue único en su especie. Tan único que ni siquiera en cuarenta años han podido superarlo. Tan único que sólo él podría atreverse a llevar la prestigiosa palabra “independiente” sin levantar risas burlonas como cada vez que sale por tevé la leyenda de “TN: Periodismo Independiente”.
Justamente, el Grupo Clarín de Ernestina Herrera de Noble y Magnetto son quienes encabezan el periodismo al que el militante llama “la Corpo medíatica”. Es que, el mapa de medios que ha ido ganando a lo largo de la historia mediante negociaciones que van desde la dictadura hasta años recientes, demuestra la impunidad con la que se han manejado desde siempre para llegar a construir el monopolio de la información.
Sus denunciantes son, reiteramos, “periodistas militantes”. Expresión confusa si la hay. A ciencia cierta todavía no se sabe si ser un periodista militante es portar el estandarte de hermosa la profesión, el medio para el que trabajan o el partido político con el que simpatizan. Aún así sus principales características es su fanatismo por “el modelo nacional y popular”, Cristina y la lucha contra monopolios.
Con este tipo de periodismo habría que ser agradecido. En parte, por romper con el tabú hipócrita que giraba en torno al periodismo “objetivo”, el discurso del multimedio de Clarín y por enseñar a desconfiar de los medios que se consumen. En parte.
Porque este periodismo “sin máscaras” a pesar de haber cambiado algo, no ha colaborado mucho a diferenciarse de sus enemigos. También pretende imponer (al igual de quienes denuncia) de forma casi violenta, y con mucha falta de sutileza, su visión tajante y sesgada sobre el discurso mediático y la realidad en sí misma en su descarnada lucha por la agenda y el prestigio.
En dicho sentido, jamás habían salido tantos programas televisivos en contra de un multimedio o se habían publicado tantas notas interpretando sistemáticamente las notas de “la Corpo” (Clarín, Diario Perfil y La Nación) como lo ha hecho el periódico Tiempo Argentino. Los cruces resultantes de estos informes han sido muchos y de tonos casi mafiosos.
De esta manera, aunque el periodismo oficial haya propuesto una forma nueva de ver los medios, no deja de ser más que parecido a quienes denuncia. Olvidarse de la objetividad (inexistente) no deja de implicar la imparcialidad o la neutralidad para tratar un hecho. Por un lado, se denuncia la impunidad del intocable monopolio de Clarín y por el otro, se oculta o relativiza hechos con sorprendente pasividad acrítica. ¿Por qué sí 678 o TVR habla del multimedio Clarín y no de Szpolzki? ¿Acaso se debe a que su nombre es muy difícil de escribir y pronunciar? ¿O será porque hablar sobre los la cantidad de medios que posee sería admitir la ironía de convertirse en lo que denuncian?
Por tal motivo pareciera que se preferiría la elección de la lucha polarizada antes que la verdad. La simplificación superficial que utilizan todos los periodistas de los principales medios para calificarse es demasiado absurda. Hoy todos son periodistas militantes o periodistas que comercializan con la información. El etiquetado se reduce a ser de “la derecha corporativa y golpista” o de los “corruptos y mentirosos oficialistas a quienes el estado les paga miles de nuestro bolsillo para mantenerlos”. Es Lanata o Aliverti. Sarlo o 678. Pagni o Verbintsky. Gelblung o Vázquez. Fontevequia o Víctor Hugo. Todo es blanco o negro. Como si una persona y la complejidad que es podría ser representada por otros de manera tan trivial.
Por ejemplo, si un periodista perteneciente a la “Corpo”, es decir, a Perfil, Clarín o La Nación, escribe por el caso Shocklender también hay que investigar a Bonafini. Inmediatamente para los programas oficialistas (678, Duro de Domar, Tiempo Argentino, TVR, etc) el periodista que lo escribe y el medio que lo pubica lo hace porque le sirve para tildar al gobierno de corrupto (verdad, en parte) y está en contra de las Madres, por lo que habría que asociarlo a la dictadura.
Por ello es difícil lograr una definición sobre el periodismo en argentina. Más fácil es describir lo que se ve, oye y lee a grandes rasgos: reina la violencia, polarización y la sistemática inversión discursiva. Sujetos se exponen al público. Juegan a escriben notas amenazantes en contra de otros, hacen programas en contra de otros, recurren al archivo para defenestrarse. En suma, utilizan los medios a los que accede la población para enviarse mensajes mafiosos y hostiles. ¿En esto es periodismo? ¿una pelea de vedettes? ¿Esto es lo que García Márquez llamó “la profesión más hermosa del mundo”? ¿Qué importancia le otorga a la sociedad?
Atrás quedaron los días de praxis periodística. Días en que los medios masivos se acercaban a la gente y denunciaban injusticias. El periodismo se encandiló con el eterno resplandor del poder y se olvidó o no recuerda en qué quizá consistía la profesión. Esta pelea por la agenda mediática no se asemeja en años luz a lo que fue Rodolfo Walsh, arquetipo con el que sueña ser cualquier periodista y del que habla cada 7 de junio.
Podrán pasar premios otorgados en su nombre a periodistas regulares, correctos, incorrectos y excelentes. Pero quien forme parte de la violenta lucha simbólica entre sus colegas estaría olvidando la famosa frase que supo sostener el escritor de Operación Masacre: “sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su hermano.”

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