martes, 12 de julio de 2011

Y también la lluvia.

“Y también la lluvia”: Producción española escrita por Paul Laverty (“El viento que agita la cebada), dirigida por la madrileña Icíar Bollaín (“Te doy mis ojos”) y protagonizada por dos grandes actores del habla hispana: el español Juan Tosar y el mexicano Gael García Bernal.

Días me sedujo esta película por las excelentes críticas, actores y sobre todo porque trataba sobre la colonización, deuda con la población latinoamericana sí la hay. No soy fanática ni he visto muchas realizaciones españolas, así que como simple espectadora resta admitir que "Y también la lluvia" no deja un sabor exquisito, pero es casi una exigencia que no pase desapercibida para el ojo espectador.


Es una película realizada sin complejidades ni desaciertos. Pretende ser casi un  “mea culpa” español sobre la colonización, al mismo tiempo que hace un paralelismo con una realidad latinoamericana hoy demasiada explicita. Aunque los únicos que no la presienten sean los protagonistas.

En la historia Costa (Tosar), un productor ambicioso, y el director de cine, Sebastián (García Bernal) llegan a Bolivia con la intención de fimar una película sobre Cristobal Colón para demostrar que la colonización fue más bien un genocidio indígena. Bolivia entonces fue el lugar de destino para filmar su sencilla producción. Allí contratan por unos pesos a varios indígenas bolivianos para hacer de nativos en su historia. A medida que la película avanza viento y popa, la población boliviana desata una lucha contra empresas multinacionales que pretendían privatizar el agua, recurso más preciado del planeta.

La reflexión que deja  la película a mi criterio no parte únicamente del mensaje "literal" que deja el filme. A muchos latinoamericanos no nos queda duda que vivimos "5 siglos igual", aunque con diferentes actores sociales (grandes empresas de todo el mundo) y objetos de la codicia (el agua junto a una serie de recursos naturales que ya explotaron en sus países de origen). Pero justamente esa es la crítica: saber que desde la colonización no cambió nada y aún así permanecer en la inercia.

Y también la lluvia muestra que si se lucha con convicción y por un reclamo que es justo y legítimo todo es posible. Si se lucha en defensa de la propia tierra y los recursos naturales que conservamos en abundancia luego no tendremos que llorar por leche derramada.



Justamente ÉSA es la contradicción que predomina en el relato.  Costa, Sebastián y su grupo de actores están más que orgullosos de un proyecto con el que parecen expiar culpas y realizan una profunda crítica sobre la conquista de América, denuciando que no hay héroes en la historia, sino tiranos y asesinos. Sin embargo toda la crítica de este grupo español queda reducida a polvo. Y ello sucede, creo, en dos momentos: cuando los cineastas intentan imponer una escena que rompe con las costumbres de los nativos bolivianos y cuando el pueblo comienza la lucha contra la privatización del agua. De esta forma, el discurso crítico sobre la colonización queda reducido cuando la carencia de praxis es lo que predomina.

Sobre el final sólo Costa es capaz de hacer y ver el paralelo entre la colonización y los hechos ocurridos en Bolivia, El índice de ello es la escena en la que el productor español observa a un sacerdote clamando por la paz mientras caminaba a lo largo de una calle desolada por los destrozos de la guerra civil.

“Y también la lluvia” no es la excelentísima película de la que se jacta la crítica española a la hora de auto-calificarse. Ni los grandes actores como Bernal desarrollan un trabajo a la altura de sus anteriores actuaciones (véase La ciencia del sueño, Amores perros, Diarios de motocileta…). Solamente Karra Elejalde y Luis Tosar llegan a tener un par de escenas considerables. El magnífico guión de Paul Laverty deja un puerta abierta para seguir hablando de la neocolonización a mano de las multinacionales. Y ojalá que de ser así, sean tratadas desde la participación del  mismo componente que hace a esta película digna de ser observada. Estoy hablando del pueblo: ese conjunto de extras  a quienes Costa les pagaba dos míserables  dólares debido a su ignorancia. Ignorancia occidental, tal vez. Pero el pueblo boliviano nunca ignoró que la fuerza está en ellos. Su historia se escribió  en base a 5 siglos de resistencia.

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