lunes, 1 de julio de 2013

L'Amant: La danza de los corazones condenados

"La historia de mi vida no existe. Eso no existe.
Nunca hay centro. Ni camino, ni línea.
Hay vastos pasajes donde se insinúa que alguien hubo,
no es cierto, no hubo nadie"

 
 
Una adolescente de 14 años y un hombre de 30 y pico se unen por el azar para mantener una relación donde la cuestión legal, los prejuicios culturales, la condena social y la sordidez familiar se funden en un caldo de cultivo que anticipa una fatalidad abiertamente esperada. Ella liberal, él inútil. Ella sola, él capaz de amarla con facilidad. Cuando tropecé con El Amante hace 3 años, estaba llena de prejuicios muy explicados por el propio nombre del libro (el hecho de llamar una novela “El Amante” me daba todos los motivos para pensarla parte de la literatura rosa de 12 pé, por la que se cuelan arañas entre sus páginas “inleíbles” – sin importar cuán francesa sea).

Sin embargo, las primeras líneas del libro de Marguerite Duras ya resultan fascinantes. De alguna manera, ella reconoce a ella: consciente de su temprana adultez, consciente de su arrollador carácter, de la madurez de su pensamiento, de su miseria, de vivir una vida sin linealidades; en fin, de estar condenada a un futuro que sólo ella puede alterar en cierta medida (o sea, mínimamente). Hay algo en ese "reconocerse" a través de las palabras que ya de por sí es valiente y muy elogiable porque realmente se necesita de un enorme coraje para hablar de uno mismo y revelar los pesares del alma con la honestidad que los reveló Duras cuando, en El Amante, narra una parte de su adolescencia en la Indochina Francesa. Esa honestidad que mezcla realidad y ficción se vuelve veraz cuando ella, mujer, se desdobla en la narración, reconociéndose y desconociéndose, comprendiéndose y describiéndose. Estando en contacto con sentimientos y deseos ocultos pero también viéndose de lejos, desde allá donde trata de entender (y no) porqué esa niña adulta actuaba como actuaba.

En El Amante, Marguerite Duras consigue relatar un fragmento de su vida que oscila entre lo real y la ficción pero también en el recuerdo. Por eso, "vomita sus pensamientos" expulsándolos en un orden caótico que se funde en bifurcaciones narrativas de un alma solitaria, oscura y arrepentida. Y entre ese caos sugestivo, aparece un director de cine poco prolífico como Jean-Jacques Annaud firmemente decidido a hacer de un libro una sobria película. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo revelar el alma de una mujer y exponerla en una pantalla? ¿bajo qué supuestos enfocarse? ¿en qué anclar?

"Nuestro amor podría llevarnos a la cárcel", escribe Duras en su novela. Y Annaud no es ningún genio, sino que se limitó a la temporalidad de la historia cuasi-prohibida entre entre el joven hijo de comerciante chino y la niña-adulta francesa (algo que Duras criticó duramente, puesto que rompió parte de la escencia de su novela). Y más allá de la condena de cualquier lector resentido, el filme es magistral desde su recorte ya sea por la belleza desbordante del erotismo (la escena de las manos) como por la solidez de sus personajes.

La cinta de Annaud está centrada en dos seres que se conocen por permanencer en el mismo lugar en un mismo tiempo a distintas edades y en distintas procedencias. Esas contradicciones que penden entre la niña y el joven funcionan como imanes hipnóticos que los atraen. El antítesis que representan es lo que, en primer lugar, los ata. El deseo de lo que no se tiene y se quiere se absorbe a través del sexo. No se trata del placer por el placer mísmo, sino de poseer algo que no se es.

En la película, Tony Leung es el hombre chino que se desvela de deseo y amor por una nena de 15 años que es todo lo que él no es y que quiere poseer: ella es blanca, joven, hermosa, liberal, malcriada, librada a la soledad, independiente e indomable ("Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter") . Y ella, la niña, ve en él a un hombre millonario, mayor, maduro pero inútil, dependiente de su padre, que no sabe hacer nada, salvo amar. Amar es lo único que este hombre chino sabe hacer y que ella por el momento quiere sentir. Entonces, son él amándola hasta la pateticidad de las lágrimas y ella absorbiendo ese sentimiento sin manejarlo, sin reflejarlo ni devolverlo. Entre los dos no hay diálogos o si los hay expresan el sentido de una relación que se mueve sin lógica ni razón alguna más que aquella que dictan las pulsiones del deseo. De una relación prohíbida por muchos motivos, cuyo destino final pendía de un reencuentro, de un reconocimiento. Algo distinto, ya diferente al propio encuentro y que siempre llega tarde: "Era demasiado tarde para reencontrarnos. Lo comprendimos desde la primera mirada. Ya no había nada que reencontrar"



¿Qué les pareció El Amante? ¿Leyeron el libro? 
¿qué adaptaciones son sus favoritas? 
¿qué piensan de las historias entre chicas menores y señores algo mayores? (?)  

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