sábado, 9 de marzo de 2013

La mujer que se arañaba las vestiduras rosas

Estaba lista para negar la existencia del tiempo
en lugar de admitir que el amor podría no ser eterno

Retrato de Cartier Bresson

Iba a ser monotemática y, para el blog, pretendía evocar como homenaje a personajes femeninos del cine que fueron sencillamente poderosas, en especial, a Francesca Johnson (Los puentes de Madison). Pero desistí en desgarrarme las neuronas porque pienso en en el día de la mujer y sólo Simone de Beauvoir me viene a la mente. Extrañamente y sin concebir explicación alguna, ella es mi significante activo de la palabra mujer.


La imagino y casi que puedo verla allá, sin pudor alguno, exhibiendo sin ropajes su cuerpo de forma imperfecta pero hermoso a su manera porque ejerce la praxis de su pluma ("las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma").

Repasando (mi pdf de) El Segundo Sexo, recaigo siempre en esa frase de trazo visionario pero candoroso, algo desgastada y que -a pesar de la virtualidad del soporte- ya huele a papeles viejos. Mujer no se nace, se deviene en mujer. De esta manera, la escritora de Los Mandarines se idealizaba y explicaba así misma. La mujer es la que se piensa, se construye y dialoga con su sexo. Por eso, no creo que exista escritora que se enuncie sin más eufemismos sobre su condición. Cuando Sartre la incitó a pensar qué simbolizaba ser mujer, Simone no se inmutó. No significaba nada. Esa casi palpable indiferencia a la vez significaba todo porque, de hecho, la mujer es el momento en que ella estaba. En su vida, no hacía falta cuestionárselo pero sí transmitirlo (“Mi camino estaba claramente marcado: Para perfeccionarme, debía enriquecer y expresarme en un trabajo artístico que pudiera ayudar a otros a vivir”). La mujer, sin más rodeos, es libre. Es decir, admitiendo la desigualdad biológica frente al macho, es libre en el sentido cultural pero (aún) permanece atada a la sociedad patricarcal. En ese libro rebelde, de Beauvoir expresa que a las mujeres jóvenes "les asusta convertirse en carne y mostrar carne". Por eso, ella retrotraía su filosofía a la vida privada (o usaba el plano de lo privado para expresarse; es indistinto) e intentaba demostrar cómo concebía las relaciones y el sexo, en fin, el vivir convertida en mujer.  Desleal frente a la intensidad sexual, pero sincera y fiel cómplice a su pareja. La mujer es para mí esa muchachita de corazón rebelde y desligada a cualquier amarra que intente aprisionarla. Es esa frase de Simone, femenina pero insólita y autosuficiente: Te amo (…) pero ¿podría amar a un hombre sin la intención de darle toda mi vida si me la pidiera? ¿Nunca me odiará?

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