Llegó. O mejor dicho, volvió. A pedido del lector fantasma vuelve un capítulo más de #vomitandoverdades. No voy a extenderme sobre la cobardía de quien me lee y no comenta (las estadísticas blogger existen, people, y yo las veo) porque soy aún más cobarde para recibir sus comentarios. De hecho, odio leer devoluciones por más florales que sean -aunque generalmente, no lo son.
En esta nueva oportunidad sí voy a explayarme sobre un tema que me desmotiva completamente: la creatividad y su ilegítima relación con los flacos yoyo. No hay nada peor que un gil que vive afilando su yoyo para apuntártelo y dártelo por la cabeza. La jaqueca es insoportable y se vuelve peor cuando éste dice que su egocentrismo deviene de su "original" creatividad. Sí, amigos, ya saben lo que pasa cuando algo no se aguanta: se estalla en millones de pedacitos. Nosotros, los animales asociales tenemos que bancarnos la idea de tragarnos los impulsos de sinceridad bestial ante el riesgo de pecar socialmente al decirles en la cara lo que estos seres no quieren escuchar. Está bien, seamos justos con ellos. Pero también con nosotros mismos. Y visto que las nuevas tecnologías son una vía para canalizar emociones, utilicémonosla con la mayor de las cobardías.
En principio, el flaco yoyo cree que es creativo. Y se sabe -a ciencia incierta- que la creencia es tan volátil como la ropa en Floppy Tesouro o la boca cerrada de Andrea Rincón. O sea, la creencia es una ilusión. Es algo abstracto. El flaco yoyo cree que su historia es un modelo, cree que creó la música, la escritura, la radio, la tele... Creen que su culo es el paradigma mediante el cual nosotros nos desarrollamos. "Arrodillense ante mi deidad, hagan lo que yo hago y verán como serán igual de exitosos que yo", dice el boludo cuando, en realidad, está pasando algo muy serio. Se peca de ingenuidad al creer que inventaron la pólvora. No chicos, la pólvora la inventaron los chinos (que sí son el culo y paradigma del mundo).
Lamento comunicarles que una verdad debe serles vomitada en sus rostros: no son nadie especial. Las personas especiales son los creativos originales que, por serlo y ser humildes, dejaron una marca en la historia de la humanidad. Ustedes, sólo son alguien más como su madre, la mía, sus amigos, su entorno, el mío, el de los lectores fantasmas. Son la vía láctea dentro del universo. Una huella insignificante dentro de este mundo infinito. Nosotros no queremos ser ustedes, ustedes no quieran meterse dentro de nosotros e impartir su dictadura de pelotudeces exacerbadas. Dejen ser. Y tal vez en su deber ser encuentren un punto de vanidad legítima que obviamente no yace en su creatividad de figurita repetida.
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