"And when i awoke/ I was alone / this bird had fllown /
so lit a fire/ isn't it good / Norwegian Wood?"
Sentí una cierta incomodidad ver la adaptación de Tokio Blues. Incomodidad porque seguramente me iba a desilucionar al ser totalmente imposible de hacer una película sobre "la cabeza" de Watanabe. E incomodidad porque al verla con mi hermana, ella era testigo de mi empatía hacia el libro. Sabía que allí iba a verme a mí en Watanabe, ver otro pedazito mío en Naoko y como por momentos yo apostaba en la valentía de Midori.
Murakami escribió un libro conmovedor, tan humano que todos llegamos a identificarnos, aunque sea, con una pequeña parte dentro de esa fantástica historia. Y tan visualmente descriptivo que quizá no hizo falta una película (la película rueda en la medida que leemos las líneas del libro) para retratarlo. Entonces ES difícil. Pero no. No estoy decepcionada con la película, porque ellos tres -los más importantes- están ahí. Los siento y siento la fragancia de Tokio Blues. Quizá ese Watanabe no sea el que todos los que leímos el libro conocemos, lo que es un error abismal del guionista. Pero del resto no hay nada que decir. Entre ellos el tan poco diálogo fue ideal. No hizo falta que se dijeran nada. Dejar hablar a la melancolía de la naturaleza que los rodea. Silenciar los cuerpos y dejar fluir las miradas intensas y las palabras justas que si no se las dicen pesan (Naoko lo supo cuando Watanabe se fue sin decirle que la amaba, y la lágrima que le rodó por la mejilla fue un pequeño índice del olvido).
Naoko no puede dejar atrás los fantasmas de la memoria intransigente, que la persiguen, la rodean y la hunden en la más profunda oscuridad. Pero ahí está un Watanabe, para abrazarla y traerla a la vida. Ese Watanabe que no entendemos qué quiere o a quién se debe; si tuvo a Naoko o Naoko lo tuvo a él. Pero él se ve más confiado, aunque dentro suyo estén rondando los temores, la locura, las inseguridades y el amor hacia otra mujer (lo sabemos si leímos a Murakami). Probablemente esa complicidad que hay entre Naoko y Watanabe (llamada Kizuki), no les permita avanzar y por ello continúen encadenados el uno al otro. O hasta que esos pies azules cuelguen delante de la blanca nieve. Y uno avance. Y apueste por abandonar el pasado. Y siga adelante. ahora enfrentándose al difícil reto de sentir por sí mismo.
Sé que es fácil decepcionarse. Pero mejor es salir en busca del reto más difícil pero no imposible. Encontrar dónde están los personajes que nos dejaron para siempre en Japón, entre esos bosques cubiertos en blanco. Y los vamos a encontrar, tan sólo hace falta abrir el corazón y abandonarse al curso natural de la película
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