Se trata de la responsabilidad, palabra que uno asume desde el discurso hacia afuera pero que jamás cala en lo profundo de la conciencia. Narciso era hermoso, pasaba eternas horas mirándose su reflejo, admirando sus virtudes (o lo que creía que eran) y excluyendo aquello que no lo afectase. Narciso era egoísta y vanidoso.
En mi afán obsesivo por conectar hechos con hechos, creo que comenzó el domingo cuando, realizando una entrevista, vi dentro de un ropero la matriz de un embarazo, pasando por un feto hasta llegar a un cráneo. El anciano me señaló con una mirada triste la secuencia, y luego me dijo; "así venimos y así terminamos, dentro de un camino en el que nos robamos y matamos". Quizá él lo sabía y debido a los nervios sólo lo redondeó a esa banalidad. Estoy segura que sabía que matar y robar en la exactitud literal de la palabra es minúsculo en comparación con otra serie de 'pecados capitales'. El egoísmo, la vanidad y la inmadurez con la que se comportan las personas son dolores más profundos al alma, que la fugacidad de un robo.
Siempre hablo de símbolismos. Pero creo que ciertas representaciones siempre ayudan a comprender qué es lo que realmente queremos decir y no podemos, porque las palabras jamás nos terminan de alcanzar. Es un pequeño gatito, traído hace 4 días por el deseo irrefrenable-postmodernista de tener ahora y en este momento, "total, qué más da". A veces temo que en ciertas generaciones, ese deseo, cuya saciedad es irrefrenable, se convierta en un rasgo de época inexorable y así de angustiante.
Tiene dos meses y seguro tiene un parásito. Mi vida, la vida de ella está estructurada por el estudio, opio y religión del joven de clase-media-baja. Y sin embargo, Narciso lo trajo sin mesura alguna. Narciso estaba mirándose en el espejo cuando lo trajo y se lo dejó a alguien que en realidad no lo ama a él. Sino que ama al objeto de Narciso, que ve como un sujeto con sentimientos. Está enfermo, pobrecito. Pero Narciso está demasiado ocupado admirando su reflejo que se olvidó de madurar y encarar la realidad por el lado que más te apuñala. Quizá esté sufriendo ahora, mientras no está y yo con el pecho oprimido, con la voz apagada, los ojos hinchados y el corazón angustiado. Qué le importa a Narciso, si continua mirándose. A lo mejor éste hombre también caiga en un estanque buscandose para volver a amarse. O quizá caiga en las aguas y se pierda y entre en crisis y comience a ver qué hay un entorno que somos nosotros. Y caiga en aquello que se llama adultez. Mientras tanto, al animalito se lo comen los parásitos. Y lloro.
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