jueves, 21 de febrero de 2013

Black Mirror: el lado oscuro de la humanidad en tiempos tecnológicos

Fuck you for happening!  Fuck you for me, for us, for everyone. FUCK YOU! 

Hace un par de días, la Warner hechó mano sobre los derechos de The Entire Story of You, último episodio de la primer temporada de la serie británica Black Mirror (actualmente se emite la 2da temporada). La noticia sacudió las redes sociales porque Robert Downey Jr. será quien produzca este episodio a modo de largometraje. Así es. Hollywood sigue sorprendiendo porque, si era posible quedarse sin qué adaptar, ahora deciden convertir en película el capítulo de una serie. 

Black Mirror es una megaproducción al estilo británico porque en tres capítulos tiran toda la carne al asador (desde guionistas, directores y actores como Donal Sumpter, Rory Kinnear, Hayley Atwell y otros de Downton Abbey). Ya en el primer episodio de la serie, los productores demuestran lo inteligente y persuasivo de la apuesta cuando un Primer Ministro es forzado a cogerse un chancho para que una banda de delincuentes liberen a la princesa de Inglaterra. Re ganchero. Pero claro, se preguntarán porqué la máxima autoridad política del Reino Unido no pudo encontrar la piba antes de la culminación de tan desagradable acto. Es que, precisamente, cada uno de los tres capítulos de Black Mirror -diferentes entre sí- están unidos por la mediación tecnológica y las irrefrenable viralidad de las redes sociales. 

"El medio es el mensaje", profetizó un teórico de poco apellido llamado McLuhan. La serie se vale de la  potente premisa para problematizar con gran cinismo el poder masivo, febril e incontenible de las nuevas tecnologías en la sociedad. El medio se apodera de emisor y su receptor. Desde el capítulo 1, la comunicación deja de ser directa, todo es público, todos están involucrados. Ya no hay secretos de estado y las jerarquías se borran de un sacudón. El poder lo tiene quien ostenta el medio y, sobre esa base, impone su mensaje.

La serie no deja ningún cabo suelto ya que también se cuestiona el rol del periodismo en las grandes empresas de comunicación: periodistas que se prostituyen y kamikazean intentando (sin suerte) obtener una primicia antes de que la noticia llegue a la web. 

Incluso Black Mirror se anima a predecir futuros alternativos en donde el entretenimiento encarcela el ser humano, como en Fifteen Million Merits (1x02), donde el protagonista se levanta cada mañana a pedalear una bicicleta junto a otros individuos enajenados que comparten el vacuo propósito de conseguir puntos y descargar aplicaciones que sirvan para su vida cotidiana. Sino quiere seguir bicicleteando sin destino, debe someterse a la tiranía de lo audiovisual. De  todas maneras, no hay escape posible de la prisión. 

Porque en Black Mirror predomina una visión parca y pesimista sobre posibles destinos conducidos por las prácticas sociales de la tecnología. Precisamente, sobre los "usos" apunta The Entire Story of You, capítulo donde un pequeño dispositivo incorporado a los seres humanos para rebobinar recuerdos logra producir la desconfianza entre un matrimonio, al punto de cuestionar todo sobre el otro (de ahí, de lo escópico, del ver para creer se destruyen la vida).

La serie se limita a señalar con el dedo fatalidades, no a buscar soluciones. Porque, detrás de todo medio siempre está el ser humano, el ser humano que se apropia de las redes sociales y, a partir de allí, elabora un sentido propio de la tecnología. En definitiva, Black Mirror pretende desnudar al hombre, ponerlo frente a un espejo y ver cómo este contempla su propio reflejo. Un reflejo negro, oscuro. Como la propia pantalla de su computadora,  plasma o iPhone. 


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