Personalmente, me impactó muchisimo esta película. Como ya dije sobre Copia Certificada, el cine es arte y el arte nos interpela en maneras diferentes. Todos somos sujetos irrepetibles: vivimos, pensamos, actuamos de formas distintas y cada vez que encontramos en los otros ciertas similitudes, instauramos lazos muy fuertes (así de vanidosos, también somos). Y como sentimos diferente por el simple hecho de ser diferentes, una película despierta diferentes emociones. Como dijo Shakespeare, "todo depende del cristal con que se mire". En post anteriores sostuve que Medianoche en París me hablaba de los sueños que abrazamos con algo de ingenuidad, pero con insistencia a lo mejor se cumplen; en In The Mood for Love afloraba el insoportable sentir de un amor inconsumado; en Tropic Thunder me descollaba de la risa y con La Tumba de las Luciérnagas tenía la necesidad de expulsar las lágrimas para limpian el alma que, a veces, suele pesar.
En Die Welle, creo que se debe a que particularmente tengo -y no lo niego- sentimientos fascistas cada vez que me frustro por democracias corruptas que en realidad no garantizan ningún bienestar en la sociedad. Veo violencia. Veo inseguridad. Veo inestabilidad laboral y saqueos a todos nuestros recursos naturales. ¿Qué NO sentir ante tanta incertidumbre en el horizonte? Y es ahí cuando aparece la irracionalidad de las emociones. Siempre presente en cada uno de nosotros, dispuesta a arrollarnos con el odio inexplicable. Siempre latente. Y por eso, Die Welle.