jueves, 26 de mayo de 2011

más sobre "15M"

El mundo se desmorona y ellos se indignan
Quizá los mayas tengan razón en algo. El 2012 que se avecina se ve incierto. La crisis del 2009 sacudió la sociedad que hoy presenta síntomas de nerviosismo a nivel global. Nadie es capaz o se atreve de pronosticar certezas sobre esta máquina de indigestiones sociales que hace eco en distintas partes del mundo. Quien entienda la sociedad de este momento, que hable ahora o calle para siempre.

La repentina protesta del 15M es un claro ejemplo que desespera y hechiza a cualquier sociólogo indagado sobre el tema. Es que “los Indignados” son chicos indignados. Y mucho. No obstante, la proclamación que los medios les dan como movimiento social es errónea o demasiado pronta si se analiza las múltiples aristas que engloba. Es decir, por un lado cumplen con la mayoría de los ‘requisitos’ que sociólogos como Nicolás Sosa le asignan a un movimiento para ser social: tienen una estructura abierta, o sea de carácter asambleario (mediante el uso de las nuevas tecnologías) para la armonía de sus miembros; quieren influir mediante la presión ciudadana sin rozarse con partidos políticos; se consideran antisistema y protestan en rechazo a la clase política, la corrupción del sistema y al bipartidismo que consideran dictatorial. Sin embargo a este conjunto de ciudadanos disgustados les falta organización y objetivos claros y definidos.

Es verdad que los Indignados redactaron un documento en el que pedían independencia de los poderes, medidas contra el desempleo, fiscalización de los bancos y derecho a la vivienda y servicios públicos. Es verdad. No obstante un día son 30 personas las que se manifiestan en la Puerta del Sol, luego son 30 mil, al día siguiente son menos en la histórica plaza pero con miles más en diferentes plazas españolas y del mundo. Al día siguiente vuelven a ser cientos otra vez. ¿Quiénes son los Indignados? ¿Sienten la pertenencia, el compromiso y la constancia que el movimiento necesita para cumplir sus objetivos?

Es curiosa la enorme masa heterogénea que se amontona en el Sol: los “apartidarios”, comunistas, trabajadores, organizaciones feministas, desempleados, familias, jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan), pacifistas y ecologistas. Todos y cada uno de ellos quieren hacer valer sus reclamos. Es decir, si la joven plataforma Democracia Real Ya! redacta un manifiesto en nombre de la asamblea, los grupos feministas que circulan piden también por sus derechos. Si las feministas reclaman sus derechos, los ecologistas exigen que se ponga un límite al consumo desenfrenado que pone en crisis al ambiente. Y si los ecologistas reclaman, lo hacen los grupos pacifistas quienes quieren desinversión en armas bélicas.

Justamente esa heterogeneidad podría provocar una serie contradicciones que acaben por no definirse en un proyecto claro para la asamblea 15M, quien todos los días agregar un motivo más de protesta a su lista. Sin embargo, a la imbatible complejidad de la situación se la podría mirar desde otra perspectiva, ¿no sería mejor, en vez de filosofar acerca de la procedencia o no del movimiento, aceptar que son grupos de intereses y revoltosos contra la injusticia? ¿Los indignados no serán sólo esa respuesta que ellos se hacen llamar: “indignados”? ¿existe descalificación alguna en esa adjetivación que representa el sentimiento ante la marcha del mundo?

A muy grandes rasgos es imposible negar que 15M no estén unidos por intereses. La mayoría pertenece a una clase media que se manifiesta en contra del sistema porque ese sistema los excluyó de las comodidades que disfrutaban. Y justamente porque ya no le sirven al sistema se Indignan. Y porque están muy indignados observan desde una tribuna, y con cierta indiferencia, la injusticia que impone la dictadura de los mercados favorecida por un bipartidismo que se pasa eternamente la pelota del poder, sin variar mucho en las políticas.

Como bien explica el sociólogo Manuel Castells, el problema del capitalismo informacional/global pone en entredicho la atoridad y legitimidad del Estado-nación ya que “las órdenes del Estado no pueden hacerse cumplir plenamente” y “algunas de sus promesas fundamentales, encarnadas en el estado de bienestar, no pueden mantenerse”. Además la democracia representativa se basa en la idea de un Estado soberano, el desdibujamiento de las fronteras de la soberanía conduce a la incertidumbre en el proceso de delegación de la voluntad del pueblo.”

Así nada es más triste que 30 mil ciudadanos manifestarse en una plaza debido a que el Estado no garantiza sus derechos ni el bienestar que se estipulan ante una posible situación de default. Nada es más triste que unos pocos mercados y bancos gobiernen. Nada provoca más indignación que ver una dirigencia política enriqueciéndose en la corrupción, mientras que recurren a recetas con las que el capitalismo enferma aún más  la sociedad afectada: recortes salariales, aumento de la edad de jubilación, 300 mil familias sin casas por no pagar hipoteca y 23% de población sin trabajo. Todo sea por el bien de los bancos y mercados de consumo.

Entonces ¿cómo es posible someter a una crítica negativa esta maraña de reclamos? Nadie en su sano juicio puede descalificar la naturaleza de las protestas como si fueran manifestaciones instrumentadas desde “un poder rojo”. Por lo contrario, resulta positivo y los jóvenes representan un factor clave. Quienes justamente se llaman ni-nis porque ni estudian ni trabajan pueden pensar al sistema porque están excluidos de él. Al ser aislados han encontrado en las nuevas tecnologías, que tan bien manejan, el modo de articular un reclamo, de comenzarlo.

Un estudiante de turismo que protesta en el Sol comenta al diario El País que el “15M estuvo inspirado en las revueltas árabes y las huelgas de Grecia”. Así basta plantearse algunos puntos en común con los Indignados, el mayo francés del 68, las revueltas árabes, las huelgas en Grecia y sobre todo el “Argentinazo” de 2001 con su consabida leyenda “que se vayan todos”.

Manuel Castells explica que si bien el mayo francés del 68 comenzó con una protesta estudiantil se extendió a la sociedad y fueron derrotados por la propia política porque “como movimiento utópico nunca pretendieron la victoria”. Y también porque la dirigencia del capitalismo puede y sabe bien cómo reconfigurarse si se ve amenazada. Las huelgas de Grecia tampoco pretendieron grandes cambios sino una queja debido a los grandes recortes que hicieron contra la población. Y las revueltas del mundo árabe surguieron en contra de una dictadura autoritaria que hicieron de los países su feudo económico, sin embargo, como dice el sociólogo Jaime Pastor, no es la “dictadura de los mercados” que azota a los españoles. Finalmente, el Argentinazo proponía “que se vayan todos” los políticos inoperantes. Y nadie se fue y los reclamos se fueron atenuando día a día.

En suma, quizá sea como dice Castells y no pretendan la victoria y mucho de los reclamos queden en el tiempo. A este pronóstico adhiere el sociólogo y profesor de la Universidad de Deusto Javier Elzo, especialista en el comportamiento y los valores de la juventud, quien reconoce que “la sociedad actual se caracteriza por una gran volatilidad” y se pregunta “¿en qué quedó la indignación de los estudiantes franceses que se levantaron el año pasado por la reforma del sistema de pensiones?”, “¿En qué va a quedar todo esto? Tengo más preguntas que respuestas”.

Por ello es altamente probable que este conglomerado de ciudadanos que hoy protesta en las calles, semanas después desaparezca o aparezca con mucho menos frecuencia, pero ¿alguien es siquiera capaz de condenar la #spanishrevolution a la mera intrascendencia?”

En consecuencia no se puede llevar a los indignados a la desaparición porque con ellos moriría un logro importantísimo que subyace a las manifestaciones: aquél que planteaba a la democracia como el acto por el cual el pueblo delegaba la soberanía en sus representantes. Pero delegarla no significa descuidarla y someterse a la pasividad. La historia demuestra que si el pueblo se indigna puede hacer temblar la dirigencia política. Es muy improbable que la mayoría del 15M quiera un cambio en el sistema: quieren tener la calidad de vida que ya habían saboreado tiempo atrás. Por el momento nadie es capaz de precipitarse a adivinar el futuro de los ciudadanos reunidos en el Sol . Sin embargo se pueden abrir interrogantes: ¿el capitalismo podrá reconfigurarse y salir victorioso nuevamente? No lo sabemos. Quizá lo único que tengamos una certeza inofensiva, ilusa e incluso ridícula: el 2012 está cerca, y una profecía está al acecho mientras el mundo se desmorona y la gente se indigna.

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