sábado, 28 de mayo de 2011

acerca de algo

Ya que Fairclough le puso un poco de claridad a mi mente en materia de taller monográfico. decido bloggear. Un ratito. Un segundito. Digamos que mucho tiene que ver con cosas que circulan en mi cabeza y seguramente será por esa cuestión que mi mamá prefiere pagarme fibertel antes que llevarme a un psicólogo. Le vamos a dar el gusto a la señora.

Muchas cuestiones ‘raras’ pasan en el  vacío existencial de cuerpo y alma que he decidido llamar MI VIDA. Es una extraña dialéctica con el otro estoy teniendo últimamente. Justamente 678, Sarlo y Barone me hacen reflexionar sobre el repliegue de lo privado que se ha convertido mi vida, quenoesmía. Porque aparentemente tengo muchos dueños. Sí señor. Mi cuerpo, mente y alma les pertenecen a muchos.

Y no es que me haya fumado un habano cubano o que la plantita de burro que tengo en el patio haya mutado a una de marihuana (de hecho están comenzando a parecerse). No es eso. Es que hoy traté de dormir una siesta pensando en Fairclough y van Dijk y una cosa derivó en la otra. Mi hermano salió y dejó la estufa prendida. Traté de dormir y tuve una #semiosisdepensamientos. La estufa prendida y yo pensando en morirme de inhalación de monóxido de carbono (mientras armaba una conspiración acerca del gasista de Luis Ventura y una posible relación fraternal con Juana Viale). Así, así de dormida afiné palabras para entender qué carajo nos (me) está pasando.

Creo que quienes piensan que mis justificaciones materiales son una excusa: una burda, falsa, cruel y despiadada excusa, me temo que muy poco puedo hacer para quitarles ese extraño pensamiento de la cabeza – que a mi entender es un poco egoísta (depende el cristal con que vos lo mires, que a lo mejor sea esmerilado).

Digamos nada queda de mí. Faaa, qué poética estamos. Pero es verdad: soy una representación televisiva. El análisis semiótico que me han creado sería así: una Cruela Devil narcisista que prefiere utilizar una campera con estrellitas en la capucha en vez de un saco hecho con 101 dálmatas. Y hay más: existe un grupo de secuaces que coaccionan sobre mí de tal manera que mi autoderminación se reduce a un acto de "pura ingenuidad" (la bastardilla tampoco es mía). Ellos serían una perdedora feliz, una desentendida de la realidad, un antiperonista exacerbado y mi madre: una mujer enojada con el mundo que conspira contra ella.

Pero no soy yo, ni sos vos. Es la posmodernidad. Así le decía a mi amiga, chica compleja , y no parábamos de reírnos ante tan terrible excusa. Beck, mientras hablaba de autocultura, citó a Lyotard  y me dió el sustento teórico del que carecían mis argumentaciones. Tremendo hallazgo. Pero si lo pienso y  lo pienso más, "SOY UNA GOLONDRINA" ante tanta liquidez que se filtra por mi casa, cual gotera nos tiñó el techo blanco a un amarillo patito (?). Y porque soy tan jodidamente televisiva me gusta citar a Barone que realizó la metáfora de la golondrina, sin ningún intento por evocar a Castells (más bien diría que pensó en los collares que venden en Todo Moda, but a #failanalogy in the end  si Barone es el sujeto en cuestión).

Por eso Sarlo no tiene nada que criticarle o reprocharle al pobre abuelito Barone, golondrina rapaz que vuelva de un extremo al otro en una jaulita sin salida. Y encima las pibas compran ese collar por que está de moda. Y por eso es la posmodernidad, por eso no sos vos, ni mucho menos yo. No me jodas y dame un respiro. No me jodas y entendeme a mí y a la dialéctica que mantengo con mi entorno, que me configura pero me oprime. Creo que por una vez en su vida a Durkheim no hay nada que reprocharle. Es más, hagamosle un monumento señoras y señores.

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