martes, 26 de julio de 2011

La realidad flechó a Cupido… Y lo mató

La historia de Cindy y Dean anticipa la crónica de una muerte anunciada. No, ninguno de los dos muere. Lo que agoniza entre ellos es el amor, ese lazo que 6 años atrás flechó a la pareja y con el que planearon edificar una vida juntos. Así se define “Blue Valentine: una historia de amor”. Relato amoroso más realista y que intenta ser narrado a través de una estructura “diferente”, utilizada muy a menudo por cine independiente. Y aún así pisa fuerte debido al destacado sello actoral que imponen los protagonistas de la historia, Michelle Williams y Ryan Gosling.


Blue Valentine pareciera arrancar como la historia feliz entre una joven pareja casada, con una hija y una vida normal. Esa es la vida que Cindy (Williams) y Dean (Gosling) planearon para ellos. Sin embargo, a medida que damos unos pasos dentro del relato nos penetra una atmósfera incómoda, contaminada por silencios, momentos violentos y estallidos emocionales que los personajes tienen en la más profunda de sus soledades


Derek Cianfrance escribió, dirigió y presentó a Blue Valentine como una historia de amor real, moderna y contemporánea. Lo cierto es que el cine independiente ya había generado relatos similares sobre amores acabados y el uso de mecanismos no lineales o flashbacks para reunir las piezas que dan forma a la historia. En “El eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, el cineasta francés Michel Gondry utiliza una estructura similar que parte desde el triste final de una relación para ir reconstruyendo en pequeñas viñetas su comienzo y finalizar en una suerte de renacimiento. En “Sólo un Sueño”, Mendes prefirió una estructura un poco más lineal, aunque en realidad nos estremecía la infelicidad de un matrimonio arruinado por el vacío de sus vidas que superficialmente parecían perfectas.

Blue Valentine también presenta a una pareja llegando a su fin. Pero el uso de esta estructura “independiente” es perfecta. Alterna momentos intolerables del presente de Cindy y Dean y emplea viñetas con momentos alegres de su noviazgo que no sólo nos ayudan a reconstruir su historia, sino sirven para generar una enrome empatía hacia los personajes y hacernos sentir el dolor que ellos sienten por todo lo que pierden.


Pero esa empatía, ese nudo en la garganta no se mantendría en pie si no fuera por el particular juego de cámara y fotografía (a cargo de Andrij Parekh), sintonizado con las conmovedoras interpretaciones de Michelle Williams y Ryan Gosling. En la relación actual la cámara los sigue individualmente, toma sus gestos, sus miradas indiferentes, los momentos en donde se desgarran de dolor y ceden al llanto. Luego rompe la secuencia y retrocede hacia una agradable escena del pasado, donde Gosling toca con su okulele “You always hurt the ones who love you”, mientras Michelle Williams intentaba bailar tap muy divertida.

Y así sucesivamente, escena tras escena, caminamos sobre el borde de un final inevitable. Comienza una escena donde Dean y Cindy se juran amor eterno. Hay esperanza y lágrimas de alegría en esa unión que sellan con un larguísimo beso. Pero no puede haber un final feliz para cada cuento. Y ahora él se aleja caminando por una vereda, luego de reprocharle al amor de su vida no haberle cumplido con esa promesa: “en las buenas y en las malas. Hasta que la muerte los separe”.

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