viernes, 22 de febrero de 2013

Take Shelter, en el ojo de la tormenta


Los extraños cuadros que se suceden entrecortan la respiración. Asfixian. Son sueños que arrancan el aire. Curtis duerme pero jamás descansa. Primero la lluvia oleaginosa, los vientos huracanados, los truenos y relámpagos. Se está aproximando una tormenta, interpreta. Dentro esa tempestad –su mundo onírico- es agredido, primero, por su perro, luego por una multitud, su mejor amigo e incluso su esposa. Curtis se levanta sintiendo en el cuerpo cómo sus pesadillas lo trascienden y emprende la construcción de un refugio contra tornados, quimera exterior de su paranoia, de esos torbellinos mentales que –no obstante- son vivenciados como certeras epifanías.

Take Shelter -segunda obra de Jeff Nichols- traza con notable elocuencia el mapa sociopolítico de Estados Unidos, aquel que su director y guionista, acusa a la debacle financiera.  La película no evidencia la premisa fundamental que la atraviesa, sino que la va minando en pequeños índices a través del género. Es decir, en la superficie Take Shelter pareciera ser un thriller psicológico inmerso en un caos que transita hacia lo incierto (¿los sueños de Curtis se realizarán? ¿el refugio cumplirá su propósito? ¿o Curtis está completamente del mate?). Pero sólo llega hasta ahí.

Hay una historia que transcurre en un paraje rural, tranquilo y alejado de las grandes metrópolis financieras. Allí, en un pueblito habita una familia de roles muy específicos y para nada echados al azar. Curtis trabaja en la construcción, cavando pozos para elevar cimientos (Necesito poder controlarlo, le dice a su consejera psicológica). En tanto, su esposa Sam es una flor de mujer: ama de casa, costurera (arregla los desarreglos) y dedicada en cuerpo y alma a su marido y al cuidado de su hija sordomuda.


Precisamente, la paranoia de Curtis llega justo, cuando la economía doméstica y su trabajo de esclavo son demandados por la enfermedad de su hija, por ende, no se da espacio a otro tipo de concesiones. Si te descuidás un minuto en la economía, te arruinás. Por eso, el dinero atraviesa los múltiples espacios de la subjetividad: se protege en un frasco y se racionaliza en cuentagotas. Un paso en falso y los cimientos “verdes” que mantienen la familia se desploman.

De esta manera, vemos cómo Curtis trata de mantener sus obsesiones alejadas del ojo juzgador de su mujer. El préstamo al banco, la excavadora que extrae del trabajo, las máscaras de gas o los miles de dólares derrochados en latas de comida no perecedera chocan con los gastos en salud mental y el ocio. 

Pero no todo es color verde dólar en Take Shelter. Es, también, una película sobre la comunicación, de confiar en quienes amamos aún cuando el miedo invade todos los espacios y lo seguro se vuelve incontrolable. De ahí emerge la familia como refugio contra cualquier tormenta. 

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