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martes, 24 de mayo de 2011

15M y los medios.

pequeña interpretación sobre el 'movimiento' 15M Democracia Real YA y los medios hegemónicos. (¡próximamente debate sociológico!) 


Guerrilleros de un nuevo amanecer
En la Puerta del Sol es un día gris y la luz solar deja entrever algunos rayos entre las nubes. El reloj de la Casa de Correos indica las 6 de la tarde mientras que jóvenes, adultos y ancianos españoles acampan junto a sus bolsas de dormir, reunidos en carpas o simplemente conversando a la intemperie. El movimiento llamado “15M” ha hecho de la histórica plaza española un símbolo de lucha por un cambio político y social. Los ciudadanos sienten descontento con la clase política, la corrupción del sistema y el bipartidismo que, aseguran, no los representan.

La protesta tuvo origen entre un pequeño grupo de jóvenes universitarios que se pusieron en contacto mediante las redes sociales de internet e iniciaron una protesta en la plaza madrileña conocida como la Puerta del Sol. La mayor parte de la población española se sumó al movimiento apenas oyeron a los jóvenes manifestarse en contra de la incertidumbre laboral arraigada a la crisis económica e inoperancia política.

En la plaza ahora reina una multitud de ciudadanos. Un sinfín de carteles se despliega en el Sol con sus reclamos políticos. Pero uno muy particular se visualiza junto a la clásica estatua del Oso que caracteriza la plaza: “Los políticos y los banqueros desde arriba nos mean: los medios dicen que llueve”. Sin duda los convocados no aprueban a los grandes medios ni a los periodistas que trabajan para ellos, a quienes consideran “mentirosos” y “terroristas”. Es más, una asamblea realizada el 20 de mayo se decidió que las reuniones no se televisen, y de hacerlo lo “hagan en directo e íntegramente” ya que -coreaban algunos- la “televisión es manipulación”(1).

El profesor español Vicenç Navarro escribe en el periódico digital “El Plural” que las manifestaciones del 15M “muestran el fracaso de los medios de que ‘no hay otra alternativa’. Tal mensaje está colapsando, mostrando su carácter meramente ideológico al servicio de los intereses del capital financiero y de la gran patronal”2. Entonces la particularidad del cartel desplegado en el Sol y las actitudes de los convocados a la plaza significan una lectura crítica frente al único discurso que no sólo efectúan los políticos, sino también los grandes medios de información españoles. Sin embargo esta no es la primera vez que España asume esta posición fruto de una crisis social.

Un caso fue el acontecido durante el 11 de Marzo de 2004, día en que el pueblo español conoció en carne propia el atentado terrorista más grande de su historia. Asimismo desencadenó un hecho inédito en la mirada de quienes estudian la comunicación. El semiólogo Umberto Eco escribió un artículo titulado “El público le hace mal a la televisión”(3) para explicar la reacción de la población española producto de los ataques y los discursos oficiales. En su texto, Eco retomó el concepto de “guerrilla semiológica” que planteó en la década del 60 para caracterizar la crítica que los españoles realizaron contra el mensaje emitido por el gobierno y los grandes grupos mediáticos.

Las horas y los días siguientes al atentado del 11-M, la población recibió un constante caudal informativo del gobierno en conjunto con los principales medios españoles. El gobierno de José María Aznar (Partido Popular) emitió un comunicado por el cual se oficializaba la responsabilidad de los atentados de Atocha a ETA. Según el Partido Popular la organización terrorista vasca quería demostrar la capacidad operativa y el impacto mediático y propagandística que podían tener a 3 días de las elecciones generales.

Sin embargo con el correr de las horas Arnaldo Ortegui, líder del partido vasco independentista Batasuna, niega la responsabilidad de ETA. Al día siguiente, el 12 de Marzo, la célula terrorista emite un comunicado negando cualquier posible vínculo con el atentado y apuntan hacia una autoría de origen islamita. Aún así, esas declaraciones fueron dirimidas por las principales fuerzas políticas, y el ministro de interior afirmó que el Partido Popular (PP) ‘no les cree’. No obstante las fuentes policiales indicaron que la evidencia recaudada en el curso de la investigación daba indicios sobre un ataque de origen yihadista.


Las contradicciones en las declaraciones de fuerzas políticas hicieron que el pueblo español, atemorizado, comenzara a preguntarse acerca del verdadero causante de los atentados. Así buscaron información en internet, en foros y portales extranjeros. En suma, la pluralidad de vías de comunicación facilitó a la audiencia ‘otra’ información que no sea la ofrecida por los principales medios españoles. Y comenzaron a dudar. Vieron que muchos medios internacionales barajaban la posibilidad de un atentado Islamita y la insistencia de la información oficial sobre la culpabilidad de ETA era extraña. Escribe Eco, “el mensaje del gobierno quería decir ‘crea en nosotros; el atentado ha sido obra de ETA’, pero –precisamente porque ese mensaje era tan insistente y perentorio- la mayor parte del público leyó ‘tengo miedo de decir que fue Al Qaeda’”” porque si no significaría una represalia por la participación española en la invasión a Irak.

De esta forma la población se fueron puso en contacto “boca a boca”, vía internet y mediante llamadas privadas con sus celulares. Así se formó un fenómeno colectivo que el 13 de marzo se movilizó en las calles madrileñas buscando la verdad, en plena veda electoral.

Esa extraordinaria manifestación popular sorprendió a Umberto Eco. Sin embargo admitió no ser un profeta de la crítica al mensaje único. En los años 60, momento en que “Para una guerrilla semiológica”(4) se escribió, él ya veía diferentes formas en la decodificación de un solo mensaje que los medios emitían.

“Para una guerrilla semiológica” comenzaba en 1967 con una frase terminante: “Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación”. Es que durante esos años, los medios no eran muchos ni tenían grandes alcances. Al mismo tiempo, los sistemas de comunicación preveían una sola fuente y un solo mensaje que llegaba a una audiencia dispersa, aislada e incapaz de contactarse entre sí. En suma, se trataba de una audiencia pasiva vinculada a la cultura de masas.

Sin embargo había quienes discutían los mensajes oficiales. Una pequeña “guerrilla” nació por determinadas causas en el contexto en el que Eco escribió su artículo. Ellos son los movimientos sociales gestados en un proceso de cambios socioculturales. El mundo se caracterizaba por la sociedad de consumo, favorecida por los medios masivos. Asimismo, la guerra fría dividió al mundo entre capitalistas liderados por Estados Unidos y comunistas marxistas por la Unión Soviética (Rusia).

Quizá por ello los jóvenes movimientos se manifestaban en contra de su situación social, siendo entonces corrientes contracultrales, antiimperialistas y antibelicistas. Tales son los casos del ecologismo, feminismo, la lucha contra el racismo y el hipismo, este último a favor de la paz y en contra de la guerra en Vietnam. Sin embargo estos grupos cuestionadores de mensajes dominantes no eran multitudinarios, sino pequeños.

En este contexto Umberto Eco acuña el concepto “guerrilla semiológica”. Semiológica porque esta ciencia (la semiología) estudia cómo los objetos significan, es decir, se plantea una lectura crítica en busca de significados implícitos que encubren valores dominantes. Guerrilla palabra vinculada a los focos revolucionarios del 60 acontecidos en el Tercer Mundo, como la Revolución Cubana y el Vietcong en Vietnam del Norte.


En efecto, Estados Unidos y Vietnam del Sur desatan una guerra contra la fracción comunista del norte, que deseaba unificar el país bajo un solo gobierno. La estrategia a la que recurrió Vietnam del Norte para ganar la guerra era la guerrilla. Esta maniobra consistía en resistir el enfrentamiento del invasor norteamericano en campo abierto. Por dicho motivo operaban desde bases ubicadas en terrenos inaccesibles y desconocidos por Estados Unidos tales como bosques, montañas, selvas. En suma, la estrategia era desgastar en su propio lugar, su propio contexto al enemigo superior hasta que se retirara.

Entonces es fácil suponer que Umberto Eco volcó esta estrategia al plano de la comunicación con el objetivo de “reintroducir una dimensión crítica en la recepción pasiva” y amenazar a quienes aún creen que pueden controlar el mensaje controlando al medio. Ya pasaron 6 años de Atocha y 50 de Vietnam y la gesta de los movimientos sociales de la época. Ahora la “guerrilla semiológica” se enfrenta a esa vieja concepción que aún parecen conservar los grandes medios al emitir un único mensaje sobre una audiencia heterogénea.

Por el contrario, el caudal económico que amasaron estos grandes grupos mediáticos poco tiene que ver con la desocupación, la desesperanza y la incertidumbre que viven y sienten jóvenes y todos los ciudadanos españoles que salen a manifestarse en el Sol. Los movimientos sociales del 60 se declararon en contra de la cultura dominante y en el 2004 los españoles se revelaron en busca de la verdad y la responsabilidad. La audiencia receptora de los mensajes sabe perfectamente que su contexto político-económico es muy diferente al que leen, escuchan y ven en los grandes medios. Ya no quieren un mundo de grises teñido en colores. Sea producto de un hecho repentino o un proceso, queda claro que esta guerrilla ha demostrado devenir siempre de alguna crisis.



Fuentes consultadas:
Diario Clarín: “La rebelión social no cede y “los indignados” ya hacen historia”, publicado el domingo 22 de mayo en la edición impresa.
1. “Los ‘indignados’ del Sol censuran los medios de comunicación “, publicado en Libertad Digital España, 20 de mayo de 2011 (www.libertaddigital.com)
2. Vicenç Navarro, “El movimiento Democracia real Ya y la hipocresía del establishment mediático”, publicado en periódico digital www.elplural.com, 23 de mayo de 2011.
3. Umberto Eco “El público le hace mal a la televisión”, domingo 2 de mayo de 2004, publicado en la edición impresa del Diario La Nación.
4. Umberto Eco, “Para una guerrilla semiológica” 1967

jueves, 12 de mayo de 2011

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Imperialismo norteamericano: clave del escepticismo y la conspiración.
Esa imagen que valdría más de mil palabras

En un salón de la Casa Blanca, Barak Obama recibe a la cadena CBS, para comenzar una entrevista en el momento más importante del presidente como líder constituyente de las fuerzas armadas. En un momento, el entrevistador se ve obligado a preguntar si verán las fotos del cuerpo de Osama bin Laden, enemigo público número uno de los Estados Unidos desde los atentados a las Torres Gemelas. Ante la pregunta, el presidente responde duramente que no se harán públicas porque el cuerpo del líder de Al Qaeda ‘no es un trofeo’1. De esta manera se encendió una mecha en la construcción de un debate inagotable sobre si conviene o no publicar las fotografías que muestran el masacrado cadáver del, ahora, ex líder terrorista.

Semanas atrás el presidente norteamericano Barak Obama montaba un fastuoso discurso en la Casa Blanca. Rodeado de banderas estadounidenses, el mandatario anunció en la televisión la muerte de Osama bin Laden, cerebro de Al Qaeda y principal acusado por el atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Cabe recordar que luego de este episodio se hizo oficial la lucha contra el terrorismo en medio oriente, y allí desembarcaron las tropas que comenzarían una guerra que ya dejó ciento de solados norteamericanos muertos en combate y miles de civiles abatidos en los desiertos de Irak y Afganistán.

Ya pasaron diez años desde aquella invasión y el Nobel de la Paz de 2009, anuncia con orgullo norteamericano que han podido ‘abatir’ al líder terrorista en una operación de inteligencia llevada a cabo en Pakistán. En dicha maniobra, los Seals de la armada norteamericana derribaron las puertas de la supuesta mansión de Osama bin Laden y se enfrentaron a la seguridad lo protegía. La información que procede del gobierno afirma que los comandos encontraron en el tercer piso al desarmado Osama, quien se resistió pero finalmente fue asesinado de un tiro en la cabeza. Aparentemente las macabras fotos que posee la Casa Blanca mostrarían al terrorista con un disparo en el ojo izquierdo, gran cantidad de sangre derramada y masa encefálica alrededor de su cabeza2.

De esta forma, los principales medios norteamericanos llegaron a una discusión con tintes moralizantes sobre lo que ocurriría si esas imágenes que posee el gobierno se dieran a conocer. En general, los medios norteamericanos huyen a la idea de difundir fotos de cadáveres, sobre todo las violentas. Por tal motivo, no mostraron las terribles fotografías de Daniel Pearl, reportero del Wall Stree Journal decapitado por terroristas paquistaníes. Sin embargo, algunos medios gráficos como The New York Times o The Post se dan el lujo de hacen excepciones con enemigos públicos de Norteamérica: así se hicieron oficiales las fotos del cuerpo de Saddam Hussein, ejecutado en Irak a finales del 2006, o las del rostro ensangrentado del terrorista iraquí Abu Musab Al-Zarqawi, liquidado por un ataque aéreo de EE.UU durante ese año.3

Por eso muchos periódicos coinciden en que es menester documentar gráficamente la noticia, aunque prefieran evitar la exhibición de este tipo de material. “Obviamente, yo no puedo decir si o cómo circularemos una foto que aún no hemos visto," dijo Bill Keller, editor del New York Times. Luego añadió: "evitamos generalmente imágenes que son gratuitamente espantosas, lo que significa que las imágenes, además de ser perturbadoras, no tienen gran valor periodístico. Pero desde luego que las fotografías de Osama bin Laden muerto tienen un valor periodístico significativo". Asimismo Liz Spayd, redactor de The Washington Post se preocupó por los “los niños del país vean el documento”, aunque en realidad no quieren ocultar “nada de lo que esté sucediendo”.4

Pero Barak Obama es terminante al insistir que la publicación de las violentas fotos podría irritar a la opinión pública y además “inflamar violentos sentimientos antiestadounidenses en el mundo”. De esta manera también se pondría en peligro la preciada seguridad de la nación y, sobre todo, a las “tropas del Pentágono en el exterior”, a riesgo de sufrir represalias por la herida que abrieron en Al Qaeda. En suma, la cuestión ya está archivada como un secreto confidencila y acordada con los ministros de Defensa, Robert Gates, y de Estado, Hillary Clinton. Sin embargo, fuentes oficiales aseguran que algunos funcionarios están ansiosos por darle su medicina a escépticos5, quienes opinan que la muerte de bin Laden es parte de una campaña de desinformación estadounidense, ya que él todavía estaría vivo.

Una encuesta realizada por The Washington Post -conocido por la investigación del caso Watergate- da cuenta que el 70% de los norteamericanos no duda en que lo más seguro para la nación es no publicar la foto de bin Laden muerto6. Sin embargo la rueda del escepticismo no para de girar a nivel mundial, y la publicación de la fotografía pareciera ser el único modo de sofocar algunas especulaciones. Pedro Brieger, analista argentino de política internacional opinó que “si no difunden ninguna filmación y solo están los dichos van aparecer muchas teorías conspirativas, que le encantan a la gente”7. Y en efecto, muchos no creen en la Casa Blanca, ni en las supuestas declaraciones que Al Qaeda hizo en páginas web yiahidistas islámicas8. Así la mayoría de las teorías conspirativas afirman que Osama bin Laden murió en el 2001, o que es una estrategia del gobierno de Obama para ganar elecciones ya que Osama se encuentra muerto o maquinando un nuevo atentado en alguna cueva ubicada en las altas montañas de Karachi.

En realidad el conjunto de irregularidades de rodea la muerte de bin Laden sólo es alimento para fanáticos –y no tanto- de las conspiraciones. Así, las declaraciones de la operación Gerónimo se contradicen con la declaración de un oficial paquistaní que asegura que bin Laden murió por uno de sus guardias, ante la negativa de ser capturado a manos de tropas norteamericanas. Otra desconfianza ronda a la prueba del ADN, realizada sin testigos presentes, documentos oficiales y en la fugacidad de 6 horas, cuando en llevaría 6 días. Además está el noble entierro al mar que efectuaron las tropas norteamericanas, siguiendo los ritos islámicos cuando la realidad indica que el cuerpo debe ser enterrado previo rezos, lo que deja entrever una sospechosa velocidad para desaparecer una persona9. A este coctel se le suma un contexto económico innegable por su veracidad: una semana antes del operativo, The New York Times y la cadena televisiva CBS News publicaban encuestas que expresaban el descontento del 57% de la población con la gestión político-económica de Obama y veían pésimos ojos el futuro del país10. Ahora la situación dio un vuelco y la imagen mandatario de origen keniata escala positivamente frente a los sondeos de opinión.11

Este es el panorama que rodea al debate sobre la publicación de una foto que muestre el cadáver del quien fuera máximo enemigo público de la Casa Blanca. Las dos posibilidades que baraja el gobierno norteamericano son las más adecuadas: la emisión de fotografía oficiales lograría conformar a algunos pero también podría despertar la bestia Al Qaeda. Sin embargo, no calmaría las dudas en cuanto a la secreta operación Gerónimo, ni las duras críticas que de los defensores de derechos humanos, quienes sustentan la idea de un juicio legal antes que un asesinato. Este es el presente que comenzó diez años atrás con la cacería de Osama Bin Laden. Pero esos diez años también colaboraron en la construcción de una opinión pública desconfiada y reacia a nivel mundial, que pone en duda todas las acciones que provengan de la superpotencia. O hasta que una imagen demuestre lo contrario.








Fuentes consultadas:
1. “Obama no divulgará las fotos de ben Laden”, Diario La Nación, 5 de mayo de 2011 (Edición impresa)
2. “Obama oculta las fotos de Bin Laden por temor a los actos de represalia”, diario Tiempo Argentino, edición impresa 5 de mayo de 2011.
4., 5., 6. “Bin Laden photos: editors debate showing graphic images of dead body”, The Washington Post, 3 de mayo de 2011, edición impresa.
7. Informe urbano (www.informeurbano.com) 5 de mayo de 2011
8. La Nación Al-Qaeda promete vengar a Ben Laden, La Nación, 7 de mayo de 2011, Edición impresa.
9. Atilio Borón: “Reflexiones a propósito de la muerte de Osama Bin Laden”, publicado en su sitio web www.atilioboron.com
10. “Más de la mitad de los estadounidenses desaprueba la gestión de Barack Obama”, diario El Mundo, 21 de Abril de 2011, versión digital.
11. “Encuesta del New York Times: suben los bonos de Obama”, bbc.co.uk, 4 de mayo de 2011.

domingo, 8 de mayo de 2011

Los arcos del triunfo

Hace una semana el multimillonario Wood Staton cerraba en Wall Street la venta de acciones de su firma Arcos Dorados por más de 1250 millones de dólares. La empresa Arcos Dorados es la mayor franquicia de McDonald’s a nivel mundial y poseedora de 1800 restaurantes distribuidos únicamente en Sudamérica –incluyendo los 190 Argentinos. En una entrevista a La Nación, Staton admitió que la venta se realizó para abrir más restaurantes en el continente: “Tenemos muchas perspectivas de crecer en los próximos años". "El crecimiento de América latina es mucho mayor al de los Estados Unidos” y el “el mundo financiero, ve bien” a Latinoamérica1.
Por otro lado, en Venezuela se cumplía un año en que Hugo Chávez cerraba un McDonald’s y en su lugar plantaba un busto en honor a Fidel Castro. Días antes el gabinete del presidente bolivariano había expresado que el local de la corporación multinacional, ubicado en el centro de Caracas, era una “una incoherencia ideológica" ya que no se podía "tener negocios identificados con el imperio de Estados Unidos en el casco histórico revolucionario en el Boulevard Bicentenario”2.
En contraste con los cientos de restaurantes que McDonald’s posee en el continente, la ‘incoherencia ideológica’ que describe el gobierno venezolano pareciera ser uno de los pocos desplantes hacia la empresa del payasito Ronald. Precisamente quienes han osado a rechazarlos sólo han sido algunas repúblicas comunistas como Corea del Norte o Cuba, donde las puertas a esta empresa -símbolo del capitalismo neoliberal- permanecen cerrados debido la ideología de estos países. De todos modos, este imperio de la comida rápida es en realidad quien decide dónde y cuándo invertir.
En efecto son 130 los países con McDonald’s ubicados en las grandes metrópolis, o lo que también significa que hay al menos 90 países sin ni una sola sucursal. Estos países constituyen lugares económicamente no rentables para la empresa y en su mayoría son territorios con regímenes políticos inestables, donde la pobreza y las guerras son una moneda corriente en la cotidianidad de la población. De esta manera no es casualidad que no haya McDonald’s en países del centro oriente como Paquistán, Afganistán, Nepal, Yemen, o en la mayoría de países africanos. Además, este año el desequilibrio económico de Islandia, fuertemente castigada por la crisis del 2009, los hizo marcharse ante la imposibilidad de sustentar sus 3 locales3.
Cuando J.F. Love estaba escribiendo su libro McDonald’s: La empresa que cambió la forma de hacer negocios, interrogó sobre el éxito mundial de McDonald’s a James Khun, vicepresidente de la corporación. Khun le resumió: “Somos repulsivos, tratamos de movernos más rápido de lo que podemos, pero también somos unos maestros para enderezar lo que estropeamos”4. Y definitivamente la historia sobre la expansión mundial de la corporación de arcos dorados tiene una maestría en el ensayo y el error.
El comienzo de la irrefrenable expansión de McDonald’s se gestó durante los años 70. La empresa se encontraba en la cima de Estados Unidos y su menú, basado en la producción serial de hamburgesas y papas fritas vendidas a bajos precios, era un sinónimo de la cultura alimenticia norteamericana y de la misma ideología capitalista. En ese momento Ray Kroc, fundador de la corporación, imaginó cómo sería una incursión en el exterior y fue así cómo decidió probar en Canadá, Japón, Alemania, Suecia y Australia.
Sin embargo, la llegada de una empresa extranjera a otros países incitaba a fuertes resistencias desplegadas en contra de la “americanización” cultural y económica que acarreaba consigo la empresa. El problema residía en que el menú ofrecido ‘era el típico norteamericana’ basado en variedad de hamburguesas y papas fritas; además el dinero que se llegase a gastar en esa comida iría al bolsillo de ese país. En suma, esa resistencia cultural sería -y sigue siendo- el principal problema que afrontase McDonald’s.
Sin embargo los millonarios errores que cometió la corporación les enseñaría que el éxito reside en las franquicias y la total autonomía en el control local del empresario hacia su propia concesión. Esta fórmula la descubrieron en Canadá, primer país donde decidieron incursionar. El vicepresidente de la corporación, Turner, vendió concesiones a empresarios que arruinaron la empresa, por lo que decidió volver a comprarlas y entregarselas a Cohon, un empresario estadounidense que explotaba las concesiones en la parte este del Canadá. Cohon llevaba viviendo un largo tiempo en Canadá por lo que adquirió la ciudadanía, luego bajó un 20% los precios para atraer consumidores y repartió más concesiones a otros empresarios canadienses. Ahora McDonald’s integraba la economía de Canadá y hacia fines de los 70 tenía el monopolio de los fast-food en el país, sumado a la integración de la ‘comida chatarra’ en los hábitos de la población.5
Así la corporación, con sede en Chicago, comenzó su expansión por cada rincón del mundo. Siempre siguiendo el mismo patrón, la receta del éxito: formar franquicias con socios extranjeros que no profesan tradicionalismos o nacionalismos en su país de origen. Dicho de otra manera, McDonald’s no vio la resistencia cultural como un problema, lo superó y adaptó las culturas a la suya propia. En un artículo publicado en el diario Página/12, Adrian Paenza se refiere a los 1000 restaurantes en China: “En China, la cultura de la cadena McDonald’s cambió las costumbres de los chicos. Primero: los chicos en China sólo comían lo que se les ponía delante en el plato. No salían a comer por las suyas. McDonald’s cambió eso y ahora salen y comen con su propio dinero. Segundo: los chicos no festejaban sus cumpleaños al estilo occidental. McDonald’s estableció una nueva tradición y promovió sus fiestitas como las que hacen en Estados Unidos. Y cambió la cultura.”6 Esto no sólo indica el cambio en los hábitos de comer, sino que implica que McDonald’s ha logrado vencer diferencias económicas, culturales e incluso políticas7.
Del mismo modo que en Venezuela, la presencia de la empresa norteamericana aflora las acaloradas discusiones entre movimientos antiglobalización e intelectuales. Desde Uruguay, el escritor latinoamericano Eduardo Galeano acusa a McDonald’s en un pasaje de El Imperio del Consumo de querer implantar una “dictadura de las fast-food” que viola “tradiciones, señas de la identidad cultural”8. Pero tales declaraciones ni siquiera bastan para intimidad a la corporación de los arcos dorados, quien ya planea continuar su imperiosa expansión por América Latina y China9, sin vacilan al coincidir que allí reside el gran triunfo.




Fuentes consultadas.
1 Arcos Dorados juntó US$ 1250 millones en Wall Street, Diario La Nación, 15 de Abril 2011
2. Fidel por McDonald’s, Diario Página/12. Sección Mundo, 18 de Abril de 2010,
3. Islandia le dice adiós al Big Mac, Diario Clarín, suplemento iEco, 26 de octubre de 2009
4. J.F Love. McDonald’s: la empresa que cambió la forma de hacer negocios en el mundo, p.27
5. J.F Love, p. 421
6.‘Aldea Global’ por Adrian Paenza, Diario Página/12,13 de Noviembre de 2007
7. J.F Love, p. 445
8. Eduardo Galeano, Imperio del Consumo
9. McDonald's to double China restaurants by 2013, agencia Reuters 15, diciembre de 2010.